Dada la opinión general (que empieza a rozar la categoría de
muletilla) de que Star Wars: El despertar
de la Fuerza no supone más que un mero remake de la película original del
77' y una repetición de códigos que devienen en un aterrador lugar de comodidad
para los fans, me veo tentado a hacer una serie de matizaciones que considero
interesantes. Lapidadme, pero allá voy.
En primer lugar, conviene enumerar sus errores: El despertar de la Fuerza, bien por una
estrategia comercial medidísima, bien por falta de temeridad, no trae demasiadas
novedades en su discurso visual y sus conceptos de lore. En efecto, Abrams
recicla mil elementos (el subtexto ya nos avisa con Rey manteniéndose a flote
recuperando viejas piezas de los destructores estelares clásicos) para
construir un imaginario seguro en el que poder actuar sin que el fan se alarme
por si es todo demasiado raro. Sí, Disney no se la ha querido jugar. Pero,
paradójicamente, la película funciona a las mil maravillas cuando integra
nuevas ideas en su historia y es menos efectiva cuando el reciclaje lleva
unilateralmente a lugares comunes. Esta queja existe y persiste entre fans y
haters, que se reconcilian al aceptar éste como el mayor error de la cinta. ¿La
diferencia? El grado de importancia que le da cada uno.
No me malinterpretéis: a mí no me parece "poco
importante" que a la película le falte imaginación en su lore. La ficción
de género tiene interés, en gran parte, por cómo sorprende con el imaginario y
lo conjuga con el corazón de sus historias, y que éste remita constantemente a
lugares comunes es poco inspirado y entiendo que pueda cabrear al personal. No
obstante, no entiendo cómo esta falta de discurso visual ha llegado a solapar
el que, por otro lado, es el mayor acierto de la cinta y también uno de sus
grandes motivos de crítica: los nuevos personajes.
Por un lado tenemos a Rey, que como personaje principal
dista mucho más de Luke (repito, olvidémonos del discurso visual de la cinta)
de lo que lo hizo Anakin en aquel fallido Episodio I (que, fíjate tú, para mí
es tan nostálgico o más que la película de Abrams). Tenemos una protagonista sin aspiraciones
heróicas que, lejos de buscar aventuras, lo único que quiere es reencontrarse
con su familia (inversión de motivaciones que ya se habían calcado con Anakin
con respecto a Luke). De Finn ni siquiera podemos sacar un referente: es un
personaje completamente nuevo que, como mucho, puede recordarnos a Han Solo
cuando decide optar por la vía segura ante enfrentarse con la peligrosa Primera
Orden. Concepto que, además de cogidísimo con pinzas, no es exclusivo del
contrabandista, sino un lugar recurrente de toda la ficción de género que cuenta una
épica sobre la lucha contra el mal. Vamos, el clásico escéptico que se
contrapone, sin ser un villano, a las ilusiones del héroe. Poe tampoco nos
remite, en realidad, a nada conocido. Pese a que su sentido del humor nos puede
recordar en ciertos puntos al ya mencionado Han Solo, es un personaje que nada
tiene que ver con éste (ni en su sátira, mucho más amable e intencionada en el
piloto de la Resistencia). Cuatro adjetivos: idealista, amable, abierto y fiel.
Cuatro adjetivos que ya lo alejan de cualquier comparación forzada por parte
del fandom.
Y, por supuesto, nos queda el villano. Kylo Ren, el
personaje mejor construido de la película y el más denostado por la crítica,
que paradójicamente parece quejarse de la condición de remake de la cinta
mientras pide a gritos que el caballero de Ren no se quite la máscara ni deje
de ser un calco exacto de lo que fue Darth Vader. De acuerdo, se puede rajar de lo presente sin
necesariamente estar pidiendo un retorno a lo clásico, pero curiosamente muchas
de estas críticas claman por características que encajan a la perfección con lo
que habían sido el resto de villanos de la saga (que, salvando a Vader y
Palpatine, eran bastante pobres en la hexalogía (que no en el expansivo UE)). Porque
sí, Kylo es un Vader wannabe, una copia, un impostor, un fraude. De eso se
trata. Por mucho que quieran denostarlo algunos y reivindicarlo por encima de
sus posibilidades otros, la cualidad dramática principal del personaje es el
patetismo. No es ningún badass, ni pretende serlo: nos encontramos ante un
villano en formación que se siente frustrado por su imposibilidad para
entregarse al Lado Oscuro y alcanzar el poder que le exige su ascendencia. Otra
joyita de subtexto que enriquece tanto el concepto de la cinta como al
personaje en sí. En el camino de retomar la leyenda, destripa el discurso de la
búsqueda del mito para ofrecernos una nueva vía que además se siente
orgánicamente ligada a la propia naturaleza de la saga: la evolución desde el
fondo, la que se centra menos en apuntes de diseño y pomposidad visual para
explorar el corazón de lo que fue -y es- Star Wars en la cultura popular. Y con
esa lectura asienta las bases para perpetuar el legado.