martes, 9 de julio de 2013

¡KHAAAAAAAAAAAAAAAAAN!



 El porvenir es un misterio, pero si había algo realmente impredecible dentro de lo impredecible era verme, a día de hoy, tan fascinado por 'Star Trek'.

 J.J Abrams es un dream-maker de los que ya no quedan. Aunque todos los directores actuales de género beban muchísimo del cine ochentero y de esa generación de cineastas que incluye a  gente como George Lucas, Steven Spielberg, Ridley Scott, Paul Verhoeven, James Cameron, Joe Dante, Richard Donner, Sam Raimi o Robert Zemeckis, pocos han sabido evocar tantísimo la sensación de "factoría de sueños" que reflejaban los blockbusters de esa época como el que nos ocupa. Y bueno, yo no me siento solo al decir que amo profundamente esa escuela y su legado.

 Los que crecimos con las cintas de los anteriormente citados nos corremos con cualquier eco realmente significativo que se intuya en las películas actuales. Añorábamos un revival que ahora se está asentando por pura necesidad, pues las nuevas formas de hacer cine empezaban a desgastarse por limitadas e insulsas. 

 Sin embargo, 'Star Trek' nunca llegó a pertenecer a esa corriente blockbuster, al menos en estilo. Las primeras películas de la saga se caracterizaban por su ritmo pausado y su narración densa, cosa que se identificaba poco o nada con la corriente de la época, más asidua a mostrar soldados robot pateando culos y batallas de espadas láser en estaciones espaciales. Abrams ha decidido hacer de hereje incluyendo esta saga en su revival ochentero, haciéndola a la vieja usanza pero sin emular la tradición trekkie. Y le funciona que te cagas.

 La nueva 'Into Darkness', paralela en muchos sentidos a la ya mítica 'The Wrath of Khan', es una clara revisión de una tradición generacional que nunca llegó a tocar la saga. Pero funciona increíblemente bien al mantener, en muchos sentidos, la esencia más básica de sus precuelas clásicas siendo consciente de la corriente estilística que, por otro lado, transmite con solidez.

 Pensar en este tío haciendo una nueva entrega de 'Star Wars' me parece, a priori, maravilloso. Ahí, de hecho, no hará falta ninguna herejía; su fórmula encaja a la perfección con la franquicia que tiene entre manos.

jueves, 4 de julio de 2013

Bocadillos de jamón con arena

 Julio está entrando sin piedad y eso implica que estamos en los primeros días de verano. Que si el refresquito, que si la playita, que si el chiringuito, que si las chiquitas, que si los chiquitos, que si la arenita, que si el calorcito... ya sabes; los jugosísimos tópicos veraniegos (que adoro y respeto). Pero lo que más llama la atención de esta caótica amalgama es, como siempre, su efecto en la gente.

 Si hay algo que jamás dejará de sorprenderme en verano son las personas que, en su momento de lucidez supina, cuando el dios de la inspiración visita sus hogares y le da cobijo en su confortable vientre peludo, decide quejarse hasta la infamia de las altas temperaturas. Como si de una anomalía enfermiza se tratase, el cerebro de este grupo de personas parece, año tras año, sorprenderse como un pez amnésico ante la idea de que en verano apriete el calor. Y ojo, no me parece nada mal que te guste el frío. A mí me encanta el frío. De hecho, puede que lo prefiera al calor. Pero hacer gala de tu deficiente adaptabilidad ante el tiempo y reivindicarlo como una distinción meritoria me parece poquito menos que bochornoso.

 Una de las cosas que más mola en este mundo es intentar sacarle el jugo a todo. No digo yo que lo popular deba gustarte a la fuerza, pero nunca está de más abrazar las tendencias (sin forzar tus gustos, y evidentemente no limitándote a ellas) y ver qué puedes extraer en claro de las mismas. Y al fin y al cabo, la macrotendencia que es toda esta actitud buenrrollista que vira alrededor del verano deriva en tradición y cultura. Además, el verano tiene elementos simbólicos muy atrayentes: una nochecita en la playa, un cine al aire libre, socialización constante... en fin.

 Evidentemente hablo desde mi punto de vista, pero me parece tan innegable la potencial fuente nostálgica y de buenos recuerdos que puede implicar que me cuesta entender que la gente que rechaza firmemente esta época del año no acabe cediendo y cayendo en las fauces arenosas del dios del verano.