lunes, 8 de junio de 2015

Una visión imparcial

Es difícil no tomar bandos cuando encauzas una obra coral tan "competitiva" como es Canción de hielo y fuego. Lejos estoy de culpar a nadie por hacerlo: de hecho, considero que una de las formas más divertidas de abordar la lectura de esta saga es acogiéndote a un frente principal en la guerra que en ella se narra. Es una manera preciosa de implicarse y vivir la historia, y, personalmente, la recomiendo a los neófitos.

David Benioff y Dan Weiss, showrunners de su adaptación televisiva, tienen las cosas claras y también han elegido un bando. Saben qué personajes les gustan y cuáles no, y lo veo legítimo. Sin embargo, trasladar esas manías y predilecciones a su obra e imprimir una lectura brutalmente posicionada a la hora de abordar a los personajes me parece muy injusto. Injusto, en primer lugar, porque la obra de Martin se caracteriza precisamente por retratar de forma imparcial el conflicto: su gusto por Daenerys no impide que su trama en Meereen sea una sucesión de decisiones torpes y desacertadas. Con estos dos eso no ocurre. Convierten sus opiniones sobre la saga en interminables soliloquios aleccionadores que parecen gritar al espectador qué bando es el bueno, arrebatando así otra gran virtud de la saga: el poder elegir por uno mismo quién tiene razón y quién no. Benioff y Weiss, ansiosos por hacer de su lectura una suerte de canon universal, deforman y destruyen a los personajes a su antojo para que se correspondan con sus ideas sobre la obra de Martin. Tristemente, esto suele trasladarse al fandom, que más de una vez atribuye las tropelías cometidas en la adaptación a los personajes sin tener en cuenta su versión literaria. Ahí es cuando ellos ganan: cuando imponen su visión.

Meereen parecía encauzarse correctamente en esta quinta temporada: algunos de los mayores errores del gobierno de Daenerys en las novelas se trasladaban y adaptaban de forma muy visual y clara en la adaptación. ¿Lo malo? Que sólo era un camino, unos cuantos baches hasta que Tyrion apareciera y se convirtiera en el consejero perfecto: el complemento ideal para hacer de la Khaleesi la candidata ejemplar para el gobierno de Poniente. Esto no sólo ocurre de una forma ligeramente forzada, sino que se extingue en dos conversaciones construidas con el único afán de vendérnosla y conducir nuevamente al espectador hacia la visión que ellos defienden.

Por otro lado, tramas como la de Stannis parecían reivindicar los grises del personaje. Otro engaño: en la season finale de la temporada este personaje asesina a su propia hija y única heredera. La intención de esta gente era elaborar una especie de plot-twist martinesco, una Boda Roja pobremente planteada que además serviría de compensación (y contradicción) ética de todas las escenas maravillosas que parecían arrojar algo de luz sobre esta oscura adaptación del último rey Baratheon. ¿Para qué? Quién sabe, quizás sea para hacer que Brienne consuma sus deseos de venganza sin que el espectador la pueda culpar de nada. O quizás sólo sea una mala idea que ocasionalmente apareció a la hora de elaborar la escaleta de la temporada. Lo único que sabemos a ciencia cierta es que los showrunners han declarado su animadversión hacia Stannis en numerosas entrevistas, y que ésta se refleja en la versión televisiva del personaje.

Ellos mismos deberían de entender que esta forma de hacer las cosas boicotea su propio producto. Yo no les pido favoritismo por ningún personaje que a mí me guste, sólo que recuperen algo esencial de la obra de Martin, lo mínimo que se le podría pedir a una adaptación de la misma: una visión imparcial. De otra forma, pedirnos que nos tomemos en serio Juego de tronos es, valga la redundancia, poco serio.